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sábado, 18 de junio de 2022

RESEÑA: DAVID BOWIE - HEATHEN

CRÓNICA DE
UNA MUERTE ANUNCIADA

David Bowie - Heathen (2002)
Label: Columbia Records 
Por Pablo Müllner

El pasado 11 de junio se han cumplido 20 años
del lanzamiento de este álbum.


Heathen: El Origen.

Heathen es definitivamente el mejor álbum de David Bowie desde su mítica “Trilogía de Berlín” (Low de 1977, y “Heroes” y Lodger de 1979). No es poca cosa si tenemos en cuenta los altos estándares que establecen una discografía como la de Bowie.Sin embargo, no hay nada celebratorio, ni un aire de “nueva era” como en otros momentos en los que el White Duke se reinventaba para continuar su reinado… Véase “Let’s Dance” donde David se ponía a tono con el New Romantic y el Dance Pop de los ochentas, o el proyecto “Tin Machine” donde encontraba una tangente rockera que anticipa el grunge/industrial y lograba salirse de la maldición de una seguidilla de discos solistas fallidos.

En Heathen (“Pagano”) hay un aire de gloria, musical y creativa, pero también un aire trágico, sombrío, casi apocalíptico. De ahí la necesidad de titular esta nueva etapa que se abre para Bowie con “Heathen” como la “crónica de una muerte anunciada”.

La muerte del título hace más bien referencia a la muerte de una idea del mundo, de la sociedad, la caída de una visión -romántica, sesentista, idealista- a merced del avance despiadado de un sistema más parecido a las pesadillas del George Orwell de “1984” o el Aldous Huxley de “Un Mundo Feliz”. El nuevo y “ardiente” mundo post 2000 -caída de las Torres Gemelas, Guerra de Irak y Crisis Económica Mundial mediante- se parecía más a esas premoniciones de escritores de ciencia ficción distópica que al “Flower Power” o a la “Era de Acuario” que pronosticaban contemporáneos de los ‘60s de David como John Lennon, Jerry García o Grace Slick de Jefferson Airplane.

El mundo se había convertido en una Ruina Imperialista, su decorado principal eran grandes estructuras edilicias devastadas, aún humeantes y la consecuencia directa de la catástrofe era una sociedad paranoica, atomizada, automatizada por el miedo y el bombardeo mediático. A medida que la tecnología avanzaba nos dábamos cuenta de que estar hiperconectados también podía ser parte del problema. Sobre todos estos asuntos, David Bowie se sienta a reflexionar con su proverbial ciggie entre los labios, con distanciamiento, desdén como el Voyeur del Absoluto Caos convertido en Belleza que siempre ha sido.

En ése exclusivo sentido, “Heathen” es un disco vivo, vital, que le toma el pulso a la época como nadie: “un signo de los tiempos” como diría Prince.

El Mito Bowiano.

Cómo hablar de “Heathen”, el disco número 23 en una carrera tan extensa y determinante para la cultura pop sin hacer aunque sea un breve “dossier” del Fenómeno Popular y Mito del Rock and Roll que fue, es y será David Bowie (David Robert Jones, Londres 08-01-1947, Nueva York 10-01-2016).

Si pensamos en los inicios rockeros el principio de la cultura rock moderna nos trae inmediatamente dos nombres: The Beatles y The Rolling Stones. Los sesenta y sus grandes bandas se nos vienen a la mente como el principio de todo. Si pensamos en “solistas” parece que hablásemos del género pop. Quizá por eso Bowie, más allá de haberse nutrido y haber sido seminal para el sonido rockero, sea en términos más cabales un artista pop. “El” artista pop seguramente, luego de Elvis Presley (su máximo referente de la adolescencia) y abriéndole el camino a grandes mega estrella como Michael Jackson, Madonna y Prince.

Parece una “marca registrada”, un copyright Bowie el culto a la personalidad y el hedonismo que serían los coloridos y plásticos años ochenta para la música: mega giras con un show multimedia en vivo, discos y sencillos de ventas multimillonarias, videos conceptuales con la calidad y el presupuesto del cine hollywoodense. Todo eso parecía ser parte del plan maestro de David y a su manera lo hizo y dejó su legado a toda superestrella que se precie de serlo. Por eso hay un antes y un después en la cultura: un antes y un después de Bowie. Así como los fans de Blondie claman que “Blondie es una banda!”, los devotos de David suelen elevar la máxima “Bowie es Dios!”. Y por exagerado que suene, e incluso incorrecto para quienes somos ateos, esa sentencia algo de verdad entraña.

Recapitulando, rastrear a Bowie en la música siempre nos puede llevar más lejos en la línea de tiempo. Pero si los datos biográficos no fallan la historia de Bowie en la música arranca en su escuela secundaria, con escasos 15 años cuando formó su primera banda, The Konrads.

Luego de una serie singles pop como el frontman de una seguidilla de bandas fallidas y un primer Long Play homónimo de 1967 que no tuvo grandes ventas ni una buena acogida de la crítica, podemos decir que el Primer Gran Hito Bowiano es “Space Oddity” de 1969. Hoy, en 2022, es difícil creer que haya habido un músico con la visión de futuro para crear un concepto musical y visual tan fabuloso como aquella Odisea del Espacio, parte folk, parte pop barroco pero también adelantando el rock psicodélico y los ambientes más “pesados” de su última carrera. Parece un prisma donde refractan destellos de su pasado y también todo su futuro.

Capítulo aparte merece hablar de “Space Oddity” el video: su propia “2001 Odisea del Espacio” que nada tiene que envidiar a la de Stanley Kubrick, su pequeña parodia y chantaje a la Carrera Espacial de la Guerra Fría. Un momento tan definitorio para este hombre y el resto de la humanidad que por algo se ha repetido hasta el hartazgo en la música y el cine: el músico, el artista como un “expedicionario”, un expatriado de la Tierra y su vida mundana. Luego del mítico Major Tom, David retomaría los “motivos espaciales” como protagonista de la icónica “The Man Who Fell To Earth” (1976) encarnando a él mismo a un Alien que extraña su planeta pero en el afán de regresar se convierte en el CEO de una enorme corporación y el blanco de los servicios secretos del gobierno.

Algo de autobiográfico tiene ese Bowie de Ciencia Ficción. Por algo su disco póstumo cierra su obra con viñetas entre la Tierra y Marte.

Bowie y sus infinitas influencias

Es claro que sin Bowie probablemente no existiría la música electrónica moderna tal cual la conocemos: desde Depeche Mode hasta Moby pasando por Aphex Twins o Nine Inch Nails. Pero tampoco existirían los experimentos sonoros más extremos como podrían ser el Grunge o el Rock Industrial. Muchos lo acusan a Bowie de no haber “inventado nada” de solo haber sido un hábil consumidor de vanguardias que supo estar en el momento y lugar adecuados. Por ejemplo en la Alemania de los setenta cuando se gestaba la electrónica aprendió de Kraftwerk, Neu! y otras bandas el sonido que luego sonaría en todas las radios de Inglaterra en la década siguiente. Ese saber “fagocitar” lo nuevo le dió la fama del Gran Vampiro del Rock. La verdad suele estar a mitad de camino y una cosa es innegable, sin su genio y figura todos los géneros novedosos que entregó la música popular no hubiesen sido… Así de simple.

Pero también habría que escribir sobre Bowie y su influencia entre los artistas de las generaciones siguientes. Desde Iggy Pop (de quien fue productor) en adelante, Bowie no ha dejado de “polinizar” con otros artistas. David Gahan de Depeche Mode, Peter Murphy de Bauhaus, Boy George, Robert Smith, Trent Reznor, Damon Albarn, Kurt Cobain, Tricky, Marilyn Manson quien parece un homenaje excesivo de Bowie cuadro por cuadro.

Pero algo más llamativo aún es como Bowie ha sido un referente y “una musa” para cientos de artistas femeninas, desde los setenta hasta la fecha. Este fenómeno de Bowie con las mujeres parece una especie de traducción musical de la franquicia de James Bond donde entrega tras entrega Bond debe lidiar con las chicas Bond en cuestión, como amantes, aliadas o enemigas declaradas. Así podemos dar algunos ejemplos de “Chicas Bowie” a través de las décadas: Deborah Harry, Kate Bush, Siouxsie Sioux, Madonna, Nina Hagen, Shirley Manson, Sinead O’Connor, Roisin Murphy, Fiona Apple, Allison Goldfrapp, Santigold, incluso jóvenes cantautoras millennials tienen un Gen Bowie en su ductilidad para abordar géneros y looks: Lorde, Lana del Rey o Billie Eilish, por ejemplo. Capítulo aparte para la Gran Annie Lennox que siempre ha funcionado para el mundo del pop (o el mundo a secas) como La Bowie de las Mujeres en cuanto a talento musical, capacidad camaleónica y visión artística. Sin exagerar, podríamos decir que Bowie es el Artista Transgénero por antonomasia, adelantadose a través de su arte a la Cultura No Binaria, y por ello seguramente gente como Anohni o Arca le deben un poco al Bowie Andrógino.

Es imposible no ramificarse, no rizomar al hablar de Bowie y aún sigo sin mencionar el cine, la literatura y el arte de instalación, por nombrar otros lugares en los que ha dejado su huella permanente… Seguro no lo haga en este espacio, ya. Debo volver sobre “Heathen” y lo que para mí es su premonición:

Heathen o el “El principio del Fin”:

Si bien “Black Star” de 2016 marca el último disco, por poco póstumo, y en el medio nos quedan “Reality” (2003) y “The Next Day” (2013), en Heathen están todos los elementos para decir que se abre una nueva etapa. La última, la más triste y trágica.

Son doce temas redondos, sin fisuras, con un sonido claustrofóbico y aciago por donde su hermosa voz aterciopelada se pasea con la gracia de un gato merodeando los techos de una metrópolis posindustrial, una noche de invierno entre el frío, los peligros urbanos y la persistente neblina.

No es extraño que haya elegido como (co)productor a su colaborador de antaño, Tony Visconti, y que haya seleccionado a los mejores sesionistas de otras eras como Earl Slick, Gail Ann Dorsey y Matt Chamberlain. Cuando escuchamos Heathen suena una Banda: compacta, aceitada, en total sincronía. Y aunque el “mensaje”, “el sentido final” no sea del todo feliz, provoca felicidad escuchar a un mito haciendo música en el pico de sus talentos y facultades.

Solo por mencionar algunos puntos altos de Heathen: “Slip Away” es una balada nostálgica que refiere a tiempos mejores en medio de un presente caótico, con el tono místico y el poder hipnótico de sus mejores momentos “lentos” (Space Oddity, Life On Mars?). “Afraid” es uno de los momentos más “upbeat” del disco que cita lo mejor del sonido New Wave de los 80’s y al mismo tiempo pone cierto balance en un todo en el que gana la desolación. “A Better Future” es el tema más personal y sensible, quizá de la discografía de Bowie, donde el artista despojado de todas sus máscaras eleva una plegaria agnóstica a algún dios hipotético pidiendo por un “mejor futuro” para su hija recién nacida entre las incertidumbres de un presente oscuro. El tema final “Heathen (The Rays)” en palabras del propio David es acerca de “un hombre que sabe que está muriendo, una canción dedicada a la vida donde le habla a la vida como a un amigo íntimo o una amante.” 

Puedes escucharlo en:


David Bowie

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